Revista DM2
Constelaciones Familiares

Pérdidas sin nombre
Por Leticia Cohen
Dibujo:
Liliana Vicente
Los deudos que quedan, cuando un miembro del sistema familiar parte, tienen nombre sólo cuando se pierden padres y conyugue. Si se van los padres se es huérfano/a, si se pierde el conyugue se es viudo/a. Si se pierde un hijo o un hermano no hay nombre para el deudo. Qué curioso, cuando los humanos le ponemos nombre a todo, para lo mencionado no lo hay.
En los talleres de Constelaciones, a veces pareciera que los concurrentes, aunque no se conocen, se pusieran de acuerdo, ya que se da que varias personas coinciden con la temática que perturba.
¿Por qué se dan estas coincidencias?. No sabemos el por qué, y creo que tampoco el para qué; el asunto es que cuando los concurrentes empiezan a decir su causa de perturbación se observa que muchos tienen una problemática similar, y otros que no lo traen como problema, manifiestan que les pasó lo mismo. En uno de los últimos talleres la temática fue sobre hermanos fallecidos a temprana o mediana edad.
La muerte de un hermano, por ende un hijo para los padres es una pérdida de profundo dolor. Aparte del dolor de la pérdida acarrea todas las circunstancias vividas por enfermedad, diagnósticos, estudios diversos, prácticas médicas, cirugías, terapias intensivas, partes médicos, reconocimiento de cuerpo, velatorio, entierro, etcétera. También las muertes súbitas que no padecen de todas las situaciones mencionadas, pero cargan con el factor de lo impensado, lo inesperado, lo incomprensible, lo que no se puede creer y que es muy difícil de procesar.
Con la muerte de un hijo o de un hermano, el deudo siente que se le fue un pedazo de su vida, cuando no toda. Es decir, se fue con el que se fue. Su cuerpo se quedó y pasado un tiempo hace todo lo que tiene que hacer, pero como sin vida, en automático. No se tiene mucha consciencia de ello, pero en las constelaciones se ve esto claramente.
Comento dos casos, uno en el que se murió un niño de 3 años de una enfermedad casi desde el nacimiento y el otro de una niña en la que aparece la enfermedad a los tres años, con un tratamiento se cura y pasando dos años tiene una recidiva que termina con el fallecimiento. Los hermanos, en ambos casos tienen una diferencia de unos tres años.
Se observa en situaciones de esta índole disgregación de la familia (aunque vivan juntos es como que cada uno está en lo suyo), las madres y los padres están pero no están, aparición de enfermedades, en otras ocasiones ruptura de la pareja. Los padres están tan apesadumbrados que no pueden mirar al o a los hijos que quedan, por ende éstos sufren en silencio y arrastran ese sufrimiento sin palabras durante años de sus vidas con dificultades emocionales de diferentes características y si no hacen algo al respecto para sanar la pérdida, puede ser hasta el fin de sus días.
En los casos que mencioné aparecieron varias de estas secuelas y se fue dando en la constelación de cada consultante la aceptación de la pérdida, la despedida, y la decisión de quedarse en la vida entre otras vicisitudes. Por supuesto cada sistema es diferente, cada miembro del sistema es único y las formas y los tiempos son propios de cada uno.
Los invitamos a participar de esta experiencia sanadora. Bienvenidos/as.



