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Agosto 2016

Ryszard Kapuscinski,

el Galeano de Varsovia (IV)

"El arte se está volviendo 
cada vez más
comunitario"

“John Berger es una gran figura de la literatura y para mí en particular tiene un significado muy especial. Aunque me haya reunido con él, físicamente, por primera vez ayer por la noche, conocía sus escritos hace mucho tiempo. John ha creado grandes poemas y literatura, ha escrito prosas maravillosas, pero una parte de sus escritos ha tenido una importancia particular para mí, porque me ha enseñado a mirar el arte, la vida y la fotografía con una disposición activa. Yo soy fotógrafo, pero mi forma de hacer fotografías es muy instintiva.
Cuando hace años, compré en Filadelfia su ensayo Mirar, me quedé fascinado, sobre todo por su interpretación de la fotografía y de lo que se encuentra en ella. Vemos decenas de ellas cada día. Y no nos damos cuenta de que para comprender las fotografías y la literatura, es necesaria una participación activa. No se pueden comprender si uno no se pone como creador activo. Cada fotografía y cada relato necesita dos componentes: el que ha realizado la fotografía, ha pintado un cuadro, ha escrito un relato y, al mismo tiempo, quien observa o lee activamente. Sin este último, el arte no puede existir, por cuanto el arte es un proceso bilateral. 
A veces se habla de la crisis de la literatura, y ésta está determinada no por la crisis de los escritores, sino por la de los lectores. Si el lector no se pone al nivel de la gran literatura, la gran literatura no puede existir. Ésta es la lección que aprendí en la filosofía de John Berger, una lección que tomé muy a pecho para comprender el mundo. La literatura sigue viva todavía porque todos somos creadores. Cada vez más, nos encontramos ante el hecho de que cada obra de arte, cada obra literaria es una creación colectiva. 
En tiempos de Herodoto o Tucídides, era posible que aparecieran individualidades únicas como las suyas porque trabajaban en un campo vacío. Pero todos nosotros tenemos una mente cada vez más creativas, porque leemos mucho antes de escribir, vemos mucho antes de pintar. En nuestra mente existe una inmensa interacción entre lo que a veces es percibido de forma inconciente e influye en nuestra fantasía- , nuestro modo de observar el mundo y nuestra creatividad, hasta que se hace difícil trazar una línea que delimite lo que nos pertenece y lo que pertenece a la imaginación, a los descubrimientos y las creaciones de los demás. 
En este sentido, creo que debemos ser muy modestos, porque es difícil determinar qué hemos realizado con nuestras fuerzas y cuál ha sido la contribución de los demás. El arte y la literatura contemporáneos requieren por lo tanto la participación activa de los otros. Cualquiera que tenga la posibilidad de leer a J. Berger, descubrirá cuánta actividad mental, cuánta participación activa se contiene en una obra de arte, una fotografía, una obra literaria aparentemente sencilla. De esta manera, las obras de arte nos pertenecen cada vez más. El arte se está volviendo cada vez más comunitario.”
 

Ryszard Kapuscinski. 
Ébano. Pág. 101-102. Editorial Anagrama. 
Barcelona (2000)

Julio 2016

Ryszard Kapuscinski,

el Galeano de Varsovia (III)

"La prensa internacional está manipulada. Y las razones de dicha manipulación son diversas. Hay, por ejemplo, razones ideológicas: entre todas las actividades la de los medios de comunicación es la más manipulada porque son instrumentos para determinar la opinión pública, algo que ocurre de maneras diversas, dependiendo de quién los gestione. Hay diversas técnicas de manipulación. En los periódicos, se puede llevar a cabo una manipulación según lo que se escoja poner en la primera página, según el título y el espacio que dedicamos a un acontecimiento. En la prensa hay cientos de maneras de manipular las noticias. Y otros cientos existen en la radio y en la televisión. Y sin decir mentiras. El problema de la radio y de televisión es que no es necesario mentir: podemos limitarnos a no decir la verdad. El sistema es muy sencillo: omitir el tema. La mayor parte de los espectadores de la televisión reciben de forma muy pasiva lo que ésta les ofrece. Los patronos de los grandes grupos televisivos deciden por ellos qué deben pensar.
 Determinan la lista de las cosas en que pensar y qué pensar sobre ellas. No podemos pretender que el telespectador medio pueda llevar a cabo estudios independientes sobre la situación del mundo, sería imposible incluso para los especialistas. El ciudadano medio, que trabaja, vuelve a casa cansado y quiere tan solo estar un rato con su familia, recibe únicamente lo que le llega en esos cinco minutos de telediario. Los temas principales que dan vida a las “noticias del día” deciden qué pensamos del mundo y cómo lo pensamos.
Se trata de un arma fundamental en la construcción de la opinión pública. Si no hablamos de un acontecimiento, éste, simplemente, no existe. Para muchos, de hecho, las “noticias del día” son la única vía para conocer algo del mundo. Fui testigo, en persona, de esta situación en Moscú en 1991, cuando hubo el intento de derrocar el primer ministro de Yelstin y de restaurar el comunismo. El hecho principal es que lo decidió todo, sucedió en Leningrado, hoy San Petersburgo. Sin embargo, todos los equipos de la televisión estaban en Moscú.
El problema de las televisiones y, en general de los medios de comunicación, es que son tan influyentes e importantes que han empezado a construir un mundo propio. Un mundo que tiene poco que ver con la realidad. Pero, por otro lado, estos medios no están interesados en reflejar la realidad del mundo, sino en competir entre ellos. 
Una cadena televisiva o un periódico, no puede permitirse carecer de la noticia que posee su rival directo. Así, todos ellos acaban observando no la vida real, sino la competencia."

Ryszard Kapusinski.
Los cínicos no sirven para este oficio. Sobre el buen periodismo.
Pág. 61-62. Anagrama. Barcelona. 2002

Junio 2016

Ryszard Kapuscinski,

el Galeano

de Varsovia (II)

“Nacido en Pinsk (actualmente Bielorrusia) en 1932, el polaco Ryszard Kapuscinski es una de las figuras intelectuales más originales y complejas del panorama internacional. Autor de memorables obras de historia contemporánea, a caballo entre el reportaje periodístico y la gran literatura (…). Kapuscinski se ha convertido en una figura de culto gracias a El Imperio. Un libro escrito 'arriesgándolo todo. Sin saber, hasta el final, si acabaría consiguiéndolo'. Tres años de trabajo ininterrumpido –dos de ellos, 1990 y 1991, exactamente en vísperas del golpe de Estado que impondría la 'peligrosa' hegemonía de Boris Yeltsin- que pasó explorando el vasto y contradictorio territorio soviético; evitando con cuidado los obstáculos de los encuentros institucionales, de las versiones oficiales y de las voces de palacio; privilegiando en todas las ocasiones los contactos directos, las charlas informales con la gente corriente o con los responsables directos de zonas tan remotas del por entonces 'imperio' soviético que no aparecían siquiera en el atlas de la visibilidad y de la toma de decisiones políticas. Kapuscinski, que habla perfectamente la lengua rusa,  consigue 'desaparecer entre la gente', ser tomado en todas partes como alguien del lugar.
Es importante, para comprender la naturaleza de sus libros y el secreto de su profunda, inteligente y humanísima capacidad de penetrar en los nudos de la más compleja actualidad política, recordar que es ésta precisamente la clave de su método de trabajo y de su condición de escritor. La regla número uno parece ser la de saber mimetizarse, de renunciar a los discutibles y narcisistas beneficios de la hipervisibilidad a favor de las bastante más útiles ventajas del anonimato. 'He viajado muchísimo sirviéndome de toda clase de medios de transporte disponibles. Si me hubieran reconocido como extranjero, como diferente, es posible que la gente me hubiera dirigido la palabra, pero sin duda no se habría lanzado con la misma libertad a hacer comentarios y observaciones sinceras', afirma Kapusinski. Hasta el aspecto, parece desprenderse, cuenta. Si se está demasiado connotado, si los signos de reconocimiento social –ropa, conducta- son demasiado identificables, es posible acabar siendo excluido del contacto con la gente corriente y con las informaciones de primera mano, para acabar convertido en asistente obsesivo y cada vez más desorientado a conferencias de prensa cuya función es la de hacer de caja de resonancia a los regímenes. 'Cuando se llega como enviado o corresponsal a un país en el que hay una guerra o una revolución', quien desde 1956 hasta hoy parece no haber hecho otra cosa, 'el problema de las fuentes de información y el de cómo orientarse es enorme.' (…) La de Kapuscinski, por lo tanto, es una historia construida desde abajo, atenta a las pequeñas cosas, a los detalles, a los humores. Nunca burocrática, unilateral, embalsamada, nunca de tesis. Fruto al mismo tiempo, de la observación y de la intuición. Historia/relato centrada en los contenidos, pero también en la técnica narrativa, en el acto de escritura en sí mismo.  
En El Emperador, por ejemplo –y en este punto insiste el escritor con particular énfasis- 'el relato es un auténtico tejido de voces. Cada personaje tiene un estilo particular y, sobre todo en la última parte del relato, la lengua se hace ampulosa, pomposa, arcaizante, intencionalmente literaria. Me pregunto si en la traducción se habrán conservado estos registros. Sería una lástima que se hubieran perdido, porque a este tipo de escritura llegué por razones estrictamente funcionales, para darle una apariencia lingüística adecuada a una experiencia cortesana cuyos rasgos eran de una arcaísmo surrealista, después de un largo trabajo de documentación en textos literarios polacos del siglo XVII. En este libro mío, buena parte de la reconstrucción histórica pasa, en efecto, por la invención lingüística'. O bien, en el caso de El Imperio, 'el desafío no era solo entender qué estaba pasando en aquel archipiélago desconocido que era la Unión de las Repúblicas Socialistas en decadencia, sino cómo contarlo, qué debía incluir en el libro y qué debía desechar. De qué manera, por ejemplo, explicar cómo había llegado a ciertas zonas que, legalmente, eran inaccesibles por completo, gracias a la ayuda de quién, a través de qué peripecias y con qué riesgo no solo personal, sin perjudicar la seguridad de quien me había ayudado a llegar a ver con mis propios ojos realidades completamente borradas de los mapas historiográficos.”

Ryszard Kapuscinski. 
Los cínicos no sirven para este oficio. 
Sobre el buen periodismo. 

Introducción: María Nadotti. Páginas 9-12. 
Editorial Anagrama. Barcelona (2002)

Mayo 2016

Ryszard Kapuscinski,         el Galeano de Varsovia

(Fragmentos periodísticos)

 

Modernidad

“Enfrente del hotel en que me alojo echan abajo el casco antiguo de Ereván. Derriban las viejas casas sombreadas, los miradores, los jardines colgantes, los parterres y cabellones, los minúsculos arroyos y saltos de agua, los aleros cubiertos de alfombras de flores, las vallas envueltas en espesas parras, derrumban las escaleras de madera, destruyen los bancos colocados junto a las paredes de las casas, derruyen los cobertizos y los gallineros, los portales y las verjas. Todo esto desaparece de la vista. La gente contempla cómo las excavadoras allanan un paisaje formado durante años (en este lugar levantarán unas cajas de cemento hechas de placa de hormigón), cómo arrasan y reducen a escombros sus callejones verdes, silenciosos y acogedores, los rincones que le proporcionaban albergue y refugio. La gente lo mira y llora. Y yo, entre ellos, también lloro.”

Topográficamente en África

  “Desgraciado de mí, llevo dos meses en Lagos postrado en la cama como el bíblico Lázaro, luchando contra la enfermedad. Ignoro si se trata de una infección tropical, una intoxicación de la sangre o los efectos de un veneno misterioso, pero lo cierto es que mi cuerpo, además de hincharse, se ha cubierto de llagas, ampollas y úlceras. Ya no me quedan fuerzas para soportar y combatir el dolor, y he solicitado a Varsovia que me dé permiso para regresar. En África he caído enfermo muy a menudo, pues el trópico lo fecunda todo en exceso, con exageración, haciendo que las bacterias y los virus tampoco escapen a la ley de degenerada abundancia e infinita multiplicación. No hay salida: si alguien quiere penetrar en los rincones más recónditos y apartados de las rutas trilladas, los más ocultos y traicioneros de estas tierras, tiene que estar preparado para pagar su osadía con la salud o incluso con la vida. Pero lo mismo sucede con cualquier otra pasión que comporte riesgos, ese monstruo ávido de devorarnos. En vista de las circunstancias, hay quienes deciden llevar una existencia paradójica, a saber: al llegar a África, desaparecen en hoteles que les brindan todas las comodidades, y nunca abandonan los lujosos barrios de los blancos; en una palabra, estando topográficamente en África, siguen viviendo en Europa, sólo que se trata de una Europa en miniatura, de un sucedáneo reducido a la mínima expresión. Es un estilo de vida que, sin embargo, resulta indigno de un auténtico viajero e inconcebible para un reportero, que tiene que vivirlo todo en su propia carne”.

Ryszard Kapuscinski

Poeta, periodista, escritor, historiador y ensayista polaco

(1932-2007)

1) Another Day of Life .

2) La guerra del fútbol y otros reportajes.

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