
Revista DM2
¿CUÁNTO SIRVE PREOCUPARSE?
Por Diego M. Herrera
La preocupación es parte de nuestra vida, ya que sin ella no podríamos ocuparnos de resolver situaciones, problemas, planificar una solución para eventos futuros, o movilizarnos para realizar algo determinado. Por lo que la preocupación como proceso es altamente funcional si, luego de pensar sobre un mismo tema reiteradamente, realizamos hechos concretos para resolver uno o más problemas específicos. Es decir, la preocupación nos sirve ya que genera ansiedad funcional para aprontarnos a la resolución de un problema y así adaptarnos a nuestro medio de un modo más eficaz.
Pero, ¿qué sucede si nos preocupamos excesivamente y por períodos prolongados? Sucede que la ansiedad comienza a elevarse y percibimos un malestar, probablemente angustia, o alguna emoción displacentera asociada a los pensamientos reiterativos, que dejan de ser funcionales para comenzar a ser rumiativos: ya no buscan una solución, sino que son asociaciones sobre un mismo tema que generan ansiedad, pensamientos distorsionados y malestar emocional, sin funcionalidad alguna. Esta actividad de nuestro cerebro y nuestra mente deja de ser adaptativa para generarnos más problemas, emociones negativas y pensamientos catastróficos a futuro, por la ansiedad implicada.
En estos casos, donde este tipo de pensamiento disfuncional, rumiativo hace uso de nosotros, “nos domina” y nos hace sentir que no podemos hacer nada, parece que solo quedara someternos a dejar correr los pensamientos y sentir emociones negativas.
STOP: Podemos detener este modo de operar de nuestra cognición, implicado en muchos trastornos, aunque no necesariamente debemos tener un trastorno para ser rumiativos o preocuparnos en exceso.
Podemos, para hacer un uso correcto de nuestra mente, en principio, comprender que los pensamientos son hechos mentales y no son la realidad, sino que son productos de nuestro procesamiento mental: un pensamiento catastrófico es solo eso, un pensamiento. A este hecho lo conocemos como descentramiento cognitivo. Aceptar y reconocer esto calma muchísimo y baja la ansiedad percibida por la preocupación.
Entonces, ante la preocupación excesiva conviene:
Pasar a la acción resolviendo o modificando algo del entorno relacionado con la preocupación que nos acontece.
Percibir y comprender que los pensamientos son hechos mentales y no la realidad misma.
Evitar no sirve. Sin embargo, podemos reconocer los pensamientos reiterativos y distraernos con otra actividad; o bien, situarnos en el momento presente con distintas técnicas (la meditación, la Mindfulness) o simplemente distraernos con una actividad que nos genere satisfacción, hasta tanto podamos resolver con hechos el motivo específico que nos preocupa.
Aceptar las emociones y pensamientos sin pretender controlarlos, ya que este tipo de control hace que aumente la preocupación y por lo tanto la ansiedad.
Por sobre todo, lo más importante es hacer, pasar a la acción, y dejar de creer que pensando las situaciones se resuelven. Se necesita nuestra intervención en el medio ambiente para modificar variables y así resolver o cambiar el motivo de nuestra preocupación.
DEL PENSAMIENTO
A LA ACCIÓN
Por Diego M. Herrera
Muchas personas reportan la dificultad, o en algunos casos imposibilidad de realizar acciones
concretas en base a sus objetivos, es decir, realizar aquello que han planeado o desean
¿Por qué cuesta este movimiento?
Hay una creencia generalizada en nuestra sociedad, que para realizar algo hay que “sentir ganas”, “tener entusiasmo”, y después realizarlo “si uno lo siente”. En el consultorio se suele escuchar mucho este tipo de afirmaciones, donde se infiere la creencia que en algún momento se sentirán las ganas o voluntad de accionar, y luego se realizara lo planeado. Nada más falso que eso, es incorrecto, lo que la Neurociencia cognitiva y en especifico la terapia cognitiva basada en la psicología cognitiva ha demostrado a través de más de 300 meta estudios (revisión de muchas investigaciones al mismo tiempo), es que la persona DEBE ACCIONAR primero sin esperar las ganas, voluntad, deseo, y luego sentirá esa motivación, como refuerzo positivo (gratificación) por haberlo hecho, a eso se lo denomina Activación conductual, es una de las terapias actuales más eficaces para la depresión, y generar actividad en los individuos.
¿Voy a la fiesta que me invitaron?
...No tengo ganas. Si se suele preguntar a la persona en qué medida cree que va a pasarlo bien en la fiesta, de 1 a 10, siendo 10 el máximo es probable que diga 3, y aun si la persona VA, acciona “haciendo como si tuviese ganas”, uno podría preguntarle luego como lo ha pasado, puntuando de 1 a 10, y los puntajes son más elevados. Esto se basa en la idea de que para hacer las cosas, no es necesario un estado específico: máximo entusiasmo, ganas, fuerza, voluntad, muchas veces todo esto va surgiendo a medida que realizamos las acciones propuestas, basadas en un planeamiento.
Desde el punto de vista Neurocientífico, hay un sector del cerebro en el lóbulo frontal, específicamente la corteza prefrontal, (casi por debajo del lóbulo) que se “encarga” de este tipo de comportamientos: Planificar una acción, llevarla a cabo, tener flexibilidad en caso de que las situaciones vayan cambiando, y un mayor control impulsivo.
Sugerencias para pasar a la acción:
No es necesario pensar tanto las cosas para realizarlas:
Esto más bien es perjudicial ya que nos encierra en una cadena de pensamientos y asociaciones sin un fin especifico, perdiéndose el objetivo principal, la funcionalidad de adaptarse al medio y accionar.
Desmitificar la creencia o idea de que la cosas hay que hacerlas excelentemente motivados:
Saber que la motivación puede surgir luego de realizar una pequeña acción.
Descomponer la acción que tenemos planificada en pequeños pasos:
De menor compromiso conductual a mayor compromiso, es decir, haciendo de menos, a más, cumpliendo pequeñas metas.
Es necesario
un planeamiento:
Pero no se sugiere predicciones a futuro, ya que no sabemos qué puede pasar, esto ayuda a evitar pensamientos catastróficos si accionamos o no ante determinado objetivo.
Lo más importante:
Tener claro el objetivo de la acción: Su funcionalidad en base a nuestros propósitos.

