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"Regalé mis ojos 
para que la gente 
despierte"

Por Pablo Medina / DM2

En tiempos de democracias apropiadas, globalización y millares de móviles en mano grabando videos que desarman cada tapón visual que pretenda ocultar información mediática, la conquista social deberá pagar su precio.

Un hombre por las calles de Santiago de Chile dijo ante un micrófono: “Este levantamiento, este despertar contra la injusticia que hace treinta años vivimos se lo debemos a nuestros jóvenes que fueron y son los mutilados, encarcelados, violados, asesinados… el costo lo pagan ellos”. 

Noviembre sangró. Chile, Bolivia y Colombia aturdieron de víctimas, entre ellos unos ojos de 21 años ahora rotos. Gustavo Gatica quedó ciego gracias a los carabineros, fuerza de seguridad chilena que apuntó a su rostro para “disciplinar”, callar, cegar… Patotas de casco y chalecos antibalas, armas y chapa autorizada, legitimada y alentada por un gobierno inmoral que teme y busca reafirmar su “autoridad” en la criminal estructura represiva intacta desde 1973.

“Gobernamos con responsabilidad por la paz social” afirma el presidente Piñera por TV, mientras sus subordinados irrumpen de noche, golpean, matan, abusan de mujeres y personas trans detenidas. Torturan y ahorcan a una artista callejera, la mimo Daniela Carrasco, quien una mañana apareció sin vida colgada desde la reja de una plaza a vista de todos. 

Piñera habla y sonríe, entre tanto desde el interior de móviles policiales “enseñoreados” por la impunidad nocturna y el toque de queda arrojan cuerpos que antes supieron detener, lastimar, vejar, asesinar. 

El día llega y brota a gritos, insultos, piedras, concentraciones masivas contra un presidente abstraído que continúa sonriendo. Allí y en cada rincón de nuestras ciudades hay un Gustavo Gatica dispuesto a acercarse donde todo sucede provisto de una cámara, deseos de registrar, denunciar, exponer. Volverse mirada de quienes ahí no están.
 
Gustavo, hijo y hermano de docentes, estudiante de psicología, activista por los derechos de los animales. Hasta el ataque participó de un programa de trabajo social con niños de una comuna. Ahora será aquello que nadie elegiría ser: ícono de los hasta hoy 300 mutilados con un ojo menos por el mismo motivo.
 
  Sus palabras ya circulan entre multitudes izadas como estandarte: "Regalé mis ojos para que la gente despierte".

Piñera sonríe.

Pablo Medina. Revista DM2. Diciembre 2019

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