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Trazos desde el islam

UBAYDULLAH AL-AHRAR

Por Carolina Paula Chocrón 

Hay muchas maneras de recordar a Dios: orar, girar, cantar, ayunar, repetir Sus Más Bellos Nombres, peregrinar… Pero nada de esto era suficiente para Ubaydullah Al-Ahrar. Para él las prácticas de contemplación debían realizarse sólo en los momentos libres, cuando uno no está trabajando al servicio del prójimo. Disentía con quienes creían que mantenerse ocupado con rezos y prácticas personales era la vía directa hacia la elevación espiritual. Él creía que la iluminación del corazón era la consecuencia inevitable de la disposición de ayudar a los demás. Y su vida fue un claro ejemplo de sus palabras.
Nació en Baghistan (Tashkent) durante el mes de Ramadán del año 806 de la hégira (1404 d.C.). Descendía de Hazreti Omar y entre sus antepasados se encontraban hombres de ciencia y sufíes. Su primera educación la recibió de su tío materno, el sheij Ibrahim Shashi. Siguiendo sus consejos, continuó sus estudios en Samarcanda, Bujara y Herat.


Aproximadamente a los veinte años fue iniciado en la vía del sufismo, y algunos años más tarde tomó mano en la tarika naqshbandi. Avanzó velozmente a través de las sucesivas estaciones espirituales, convirtiéndose en poco tiempo en referente para buscadores de diversos orígenes y clases sociales, desde altos funcionarios estatales hasta modestos campesinos. Se le llegó a considerar el polo (Kutb) de su época.

 

Se ganaba su sustento como agricultor. Se dice que su devoción era tal al realizar su trabajo, que Allah lo recompensó con abundantes cosechas, que Ubaydullah compartió a su vez con los más necesitados. Así pasó de trabajar una pequeña parcela de tierra con un par de animales, a poseer una gran extensión de terreno con varios rebaños. Cuanto más compartía, más tenía. Cuanto más daba, tanto más recibía.

Si bien tenía discípulos, decía que su función no era enseñar, sino “proteger a los seres inocentes de la opresión de los tiranos y evitar las guerras y las luchas civiles. Por esta razón me he visto obligado a tratar con soberanos y sultanes para ganar su corazón”.


Rechazaba la exageración de ciertas prácticas ascéticas, recomendando en cambio el camino del medio: “Demasiadas hambrunas y vigilias fuerzan tu mente”. Decía que lo realmente difícil es “mantener la línea media de manera consistente en todas las acciones y comportamientos, evitando las deficiencias y los excesos. Por esta razón no prestamos atención a los milagros, sino a la justicia.”


Desaconsejaba el aislamiento y la soledad, e instaba a sus discípulos a ir al mercado, a mezclarse con la gente y ayudar a los demás en sus actividades cotidianas con el objetivo de buscar la unidad en la multiplicidad y, por supuesto, servir. Entre sus diversas maneras de ayudar, solía asistir a los enfermos, muchas veces a costa de su propia salud.


“No he aprendido los caminos del sufismo estudiando en los libros, sino sirviendo a la gente. Dios dirige cada alma hacia Él a su propia manera: yo he sido guiado por la senda del servicio.”


Si cada corazón es en sí mismo una catedral, un templo, una mezquita, el centro de adoración a Dios en la forma en que cada uno Lo conciba… ¿cómo no inclinarnos ante ese pequeño milagro que bombea vida sin preguntar, que sirve sin descanso hasta su último latido? El gran sheij Ubaydullah Al-Ahrar comprendió esta realidad muy pronto y practicó su devoción en forma de servicio hasta la edad de ochenta y cinco años, momento en que fue al encuentro de su Señor.

 

Quinientos años después, para regocijo de su alma, sigue sirviendo con su ejemplo y sus enseñanzas.

"Cuanto más compartía, más tenía. Cuanto más daba, tanto más recibía."

“No he aprendido los caminos del sufismo estudiando en los libros, sino sirviendo a la gente. Dios dirige cada alma hacia Él a su propia manera: yo he sido guiado por la senda del servicio.”

Carolina Chocrón
Musicoterapeuta, reikista y profesora de canto. Abrazó el islam a la 
edad de treinta y dos años, atraída especialmente por el sufismo (núcleo
esotérico de esta religión). Desde entonces forma parte de la 
Tariqa Halveti Jerrahi de Argentina, a cargo del Sheij Abdel Qadr Ocampo.


Colaboradora Revista DM2

 

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