
Revista DM2
Agosto 2016
"Para entendernos cabalmente, lo primero será intentar superar el horizonte de cierta historia oficial de las ideas que es el mayor obstáculo epistemológico del pensamiento latinoamericano. Para esta historia académica oficial de las ideas, debe existir un ente llamado filosofía, que fue definido desde la colonización pedagógica como quehacer universitario y cuestión de especialistas.
En esta perspectiva, es el Estado quien define una actividad que pasa, ante todo, por el conocimiento del paradigma (es decir, de la tradición filosófica hegemónica europea) para cumplir una función de legitimación más o menos crítica del quehacer del mismo Estado.
Así, por regla general, el destino cultural de esta filosofía académica ha sido la legitimación crítica de la importación de paradigmas, cuando no la justificación simple de la dependencia ideológica. Una legitimación crítica donde lo segundo es siempre subsidiario de lo primero, de modo que si bien nuestros filósofos universitarios pueden ocuparse de los abusos del capital, los problemas del socialismo o ciertas violaciones demasiado evidentes de los derechos humanos, suelen hacerlo desde el paradigma universal-inmediato de la razón, desde cierta ‘normalidad’ profesional definida desde el Estado como adscripción previa a la racionalidad hegemónica ‘universal’, adscripción garantizada mediante el mecanismo social de mantenimiento de las corporaciones académicas.
Esta sumisión ha sido siempre la debilidad de ‘la’ filosofía entre nosotros, esta artificialidad académica asumida a veces con verdadera dignidad, como un mal transitorio. (…) Hay, sin embargo, otra lectura crítica y comprometida de la filosofía y de la historia de las ideas en general que supo tomar con más firmeza el rumbo de la descolonización. (…) Esta tradición ‘funcional’ de la historia del pensamiento explica mejor los movimientos ideológicos aun los de la filosofía oficial, aunque sea por sus omisiones y desemboca en el presente, concebido como lugar necesario de la crisis, que no es otra cosa que el agotamiento de la tradición importadora ante esta encrucijada de la historia.
Desde la crisis, la verdadera historia de las ideas se nos revela como una dialéctica entre el paradigma de la colonización y la experiencia de la liberación de lo propio, que son como el amo y el esclavo del proceso de nuestro mestizaje cultural.
Hoy los funcionarios del paradigma es decir, los importadores de filosofías ven peligrar su función: la racionalidad del Centro ha decretado el fin de la modernidad y toma sus merecidas vacaciones.
La razón salvífica del Reino de los Fines se ha degradado en la razón instrumental del Imperio de los Medios y hasta la lógica, paradigma de los paradigmas, verdadera sección militar de la filosofía, se embarca en aventuras paraconsistentes, dejando eso sí una guardia aristotélica al cuidado del lenguaje de las computadoras. Pensamiento débil, fiesta posmoderna de las diferencias y para aquellos que sobrevivan al hambre, a la represión y a la disolución cultural, quedan los llamados a la constitución de la comunidad universal de comunicación. (…)
Si esta es la situación, nuestro intento debe ser recuperar el sentido de este pensamiento del esclavo que tiene como horizonte natural a la simbólica de la liberación. Pero antes cabe indicar que apenas entraremos en la disputa sobre la cuestión de si le corresponde o no el nombre de filosofía a este pensar que crece. (…) Hablaremos de un espacio abierto incierto que no corresponde propiamente al ágora occidental ni a la cancha indígena, sino a la plaza americana donde nuestra cultura mestiza desarrolla su ambigüedad."

Ilustración: "Entrecruzamiento infinito", obra de Eva Manzella.
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¹ Publicado en Análisis, Universidad Santo Tomás de Aquino, Bogotá, 1982
(publicación dedicada a ponencias del Primer Congreso Internacional de Filosofía Latinoamericana)