
Revista DM2
Diciembre 2017
Pensamiento y testimonio.
América Latina, historia y destino
LA ESTRUCTURA
DEL TESTIMONIO
Enrique Hernández
"A simple vista el testimonio se presenta como un discurso especial con cierto estilo propio, es decir, como un género, pero este estatuto retórico, además de dudoso, resulta secundario. Ante todo, testimoniar es un temple existencial en que la persona en carne y hueso se constituye en garantía de su palabra, palabra que en ese acto adquiere una sacralidad irreductible. En el testimonio, el discurso o el silencio que no existen más que en ese acto en que se encarnan adquieren sin embargo más peso que la vida misma del que habla. En ese sentido, el ejemplo límite del testigo-mártir revela la verdad última del acto testimonial pero también, y por lo mismo, ese acto expresa un vínculo supremo entre los hombres. Aquel que en su palabra pone en juego su vida habla para hombres reales o posibles que en ese hablar le son sagrados, de allí que la lealtad que es el fundamento de su verdad tenga el poder de volver real en el sentido más fuerte aquello que la palabra nombra. El testimonio resulta finalmente un trance, un alumbramiento, un discurso de transustanciación.
Como temple existencial, el testimoniar plantea la sacralidad de la palabra como vínculo humano, al menos en las culturas donde la presencia judeocristiana es central, pero no está aquí lo propiamente americano, aunque este valor supremo del testimonio puede ser decisivo en ciertos momentos de nuestra historia. Lo indoamericano aparece en la tensión cultural que se da en ciertos discursos públicos o privados de intención histórica, donde la ruptura y las contradicciones no resueltas de la cultura mestiza ocupan el centro de la escena, instalando de paso el lugar de la filosofía como saber de la crisis.
Tomarle la palabra al testimonio de Bolívar, por ejemplo, es asumir una forma primera del pensamiento crítico latinoamericano. Crítico en el sentido originario de la expresión, por su doble condición de discurso portador de una ruptura esencial de la conciencia americana pero también operador de ciertas decisiones entre los polos de la contradicción. Y decir pensamiento crítico, de ruptura y decisión es decir filosofía.
Queremos sostener que el testimonio y, ante todo, el de intención histórica, suele expresar la contradicción de la cultura colonial en su forma típica, afín a lo que Zea llama “dialéctica de la conciencia americana”. Una contradicción que tiene dos polos fundamentales: por una parte la herencia del conquistador, afirmada en el paradigma, reconociéndose en la razón como totalidad, reclamando lo universal como su dominio y en última instancia detentando la palabra. Por la otra, la herencia del conquistado, apoyada en la experiencia, asumiendo lo fragmentado de su pasión, resistiendo en su singularidad, y en lo profundo tributaria del silencio.
(…)
Hemos afirmado que el testimonio es tributario de un temple existencial en que la persona viviente funda la verdad en la lealtad del vínculo que asume. Sostuvimos también que el discurso así producido resulta clave para el pensamiento latinoamericano en virtud de su tensión crítica, que pone al desnudo la contradicción de la cultura mestiza en testimonio de intención histórica. Concluimos reconociendo el movimiento de subversión del orden simbólico colonial que estos testimonios generan de modo necesario. Si esto es cierto, habrá que admitir también que la virtud, la energía interior del discurso testimonial, se da en la clave de lo particular. (…) En nuestra América testimonio equivale a confesión de parte, tomar la palabra es tomar parte asumiendo un lugar particular, es decir, un lugar que solo es concebible como parte real de un todo hipotético, todo apenas postulable como idea reguladora en sentido kantiano. Un lugar particular que conlleva una perspectiva destinada a disolver el imaginario universal-inmediato, unívoco de la razón imperial.
(…)
El testimonio americano de intención histórica contiene, así, algo que se sustrae a las comunidades de comunicación que puede alcanzar nuestro horizonte actual, o mejor, exige como signo de esta comunidad una conversión previa a toda palabra. Quiere que se respete ese silencio resistente de nuestros pueblos. También en esto el coraje intelectual de Zea fue precursor, eligiendo la imagen de Calibán para explicar la necesidad indoamericana de maldecir la palabra “universal” del conquistador. Es hora de extraer las consecuencias de esta enseñanza, porque Calibán, como Antígona, como nuestros mártires, testimonian esas leyes no escritas que siempre se declaran con el cuerpo."

Ilustración: "Entrecruzamiento infinito", obra de Eva Manzella.
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¹ Publicado en Análisis, Universidad Santo Tomás de Aquino, Bogotá, 1982
(publicación dedicada a ponencias del Primer Congreso Internacional de Filosofía Latinoamericana)