
Revista DM2
Por Carolina Chocrón
Había una vez dos hermanos que no hablaban entre sí, una abuela que no hablaba con su nieto, un hijo que no hablaba con su padre, una madre que no hablaba con su hija, un tío que no hablaba con sus sobrinos. Había una vez un Paraíso triste al ver cómo los seres humanos se alejaban de él.
En el islam los lazos familiares son muy importantes, son la primera red de contención ante las vicisitudes de la vida, nuestra primera escuela, nuestro primer y último hogar. Refugio, amparo, solaz y fuerza, nuestra primera pertenencia, pero cuántas veces también nuestro más profundo dolor. Tan importantes son estos lazos, especialmente con la madre bajo cuyos pies, según la tradición islámica, está el Paraíso que en cierta oportunidad un derviche le preguntó a su sheij acerca de qué podía hacer puesto que su madre trabajaba en un prostíbulo. Le respondió “Ve a la puerta del local, y si tu madre sale muy cansada de su trabajo, llévala a la casa cargada en tus hombros”.
Con qué facilidad olvidamos lo que nos une y le damos una ridícula trascendencia a las pequeñeces que nos separan. Cuántas veces olvidamos incluso el motivo inicial, la causa de la pelea, la raíz del problema, y nos perdemos en cada una de sus ramas. Como si tener razón fuera importante, divagamos en argumentaciones que lógicamente nos ubican en un lugar de privilegio; somos la parte agraviada, nos reconocemos víctimas, nos parapetamos detrás de montañas de palabras. Incluso establecemos alianzas y creamos bandos.
¡Nos creemos tan importantes!
Cuando en un rapto de falsa humildad intentamos acercarnos, nos rendimos al no obtener la respuesta esperada, la que nos confirme que es el otro el que está equivocado. Y reafirmamos con más vigor nuestra postura, defendemos nuestro castillo, despreciamos al otro sin saber que así nos despreciamos a nosotros mismos.
Dijo el profeta Muhammad (saws) “Aquel que rompa sus lazos de parentesco no entrará al Paraíso”. La humildad como vestido. El perdón como camino… Si tan solo pudiéramos dar el primer paso…

Carolina Chocrón
Musicoterapeuta, reikista y profesora de canto. Abrazó el islam a la edad de treinta y dos años, atraída especialmente por el sufismo (núcleo esotérico de esta religión). Desde entonces forma parte de la Tariqa Halveti Jerrahi de Argentina, a cargo del Sheij Abdel Qadr Ocampo.
Colaboradora Revista DM2