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Noviembre 2017

¿POR QUÉ NO DEBEN 
CASTIGAR 
A QUIENES
SOMOS 
AUTISTAS?

Te invito a imaginar por un momento que no puedes usar las palabras para comunicarte, que no sabes cómo expresar tus necesidades, aun así, lo intentas señalando, tocando a otras personas, pero esto no da resultado; te ignoran, entonces gritas o gimes, pero todo lo que obtienes es castigo, te dicen que pareces loco, otros murmuran sobre vos. Ahora supongamos que te bombardean con instrucciones generándote ansiedad y frustración. De nuevo intentas comunicarte a tu manera pero obtienes como resultado un regaño, aislamiento o incluso maltrato físico. Finalmente desistes… La experiencia te ha enseñado que si intentas comunicarte te castigarán, el resultado de todo esto es vivir en un estado constante de temor al no saber qué esperan los demás de vos, ni entender las reglas, ni ser escuchado. Así es como las personas con T.E.A. (Trastorno Espectro Autista) percibimos el castigo. 

Frecuentemente he oído de padres que comentan en mi canal en YouTube y en mi página en Facebook que el castigo es una constante de los maestros y terapeutas para manejar las conductas de sus hijos. El catálogo de castigos va desde la suspensión, el confinamiento en casos de agresividad, la contención física (atarlos) o incluso la expulsión. Castigan hasta una estereotipia involuntaria.
Dentro de esas historias me encontré con Sebastián un joven con autismo quien en un momento de crisis pateó a su mamá, ella le contó el hecho al director de la institución donde asistía y este quiso corregir dicho comportamiento humillándolo frente a sus compañeros por ser un “mal hijo”. Sebastián se avergonzó lo suficiente como para sonrojarse y cubrir su rostro. Nadie le explicó qué sucedía,  ni él tampoco pudo decir si lo que hizo fue involuntario o por qué reaccionó así con su mamá. El director impuso su inquisitivo método, pero Sebastián sólo aprendió lo que significa ser humillado.

Muchas veces se ha castigado sin indagar las causas ni la función de la conducta a corregir y sin tener en cuenta las dificultades que experimentamos las personas con autismo, para comunicarnos, expresar nuestras necesidades y emociones.
Estas conductas son tomadas como algo personal y como una actitud desafiante por no ajustarse a ese filtro “normal”, puede pensar que las rabietas y otras conductas desafiantes son solo intentos de manipulación, cuando en realidad para manipular se necesitan complejas y sofisticadas habilidades de teoría de la mente que a muchas personas con autismo les cuesta desarrollar.
Lo que ignoran es que con esas conductas, a falta de un sistema de comunicación, las personas con TEA intentan huir de actividades que no desean hacer o que les son incompresibles desde su percepción particular o evitar lugares aversivos sensorialmente o evitar relacionarse con personas que no les agradan.
Desde este contexto se intenta “domesticar” a las personas con autismo tratando de convertirlas a la fuerza en individuos más dóciles y obedientes moldeándolo como alguien muy inseguro de sí mismo y diezmando su autoestima, haciéndolos aún más vulnerables al maltrato, más propensos al aislamiento como mecanismo de defensa.

El castigo en las personas con autismo no funciona porque, por ejemplo, al aislarle de ciertas actividades y restringirla de su participación, le estamos quitando oportunidades de interactuar y de poder mejorar sus habilidades sociales, también se le están alterando sus rutinas. Es seguro que ante el castigo quede confundido y no entienda por qué se la está castigando, se actúa en función de la consecuencia y no de la causa. 
Además, el castigo no solo se sale de lo ético, también representa una forma de agresión y responder a la agresión con agresividad solo crea luchas de poder entre quien aplica el castigo y la persona con autismo y casi siempre somos las personas con autismo las que perdemos.
Por eso desde mi experiencia con familias, profesionales y como persona con T.E.A. sugiero alternativas al castigo:
• Aprenda sobre la persona con autismo.  Qué cosas le motivan,  que detona sus rabietas, que lo altera sensorialmente,  cuando manifiesta cansancio o malestar físico. Imperando el sentido común y no la necesidad de imponer autoridad.
• Enseñar a elegir, a tomar sus propias decisiones y a seguir instrucciones siempre coherentes, secuenciadas y estructuradas; Dándoles sentido, dejando claro el “qué” , el “para qué” y el “cómo”.
• Cada vez que observemos una conducta desafiante es mejor preguntarnos qué es lo que intenta comunicar la persona con autismo, ofrecerle alternativas, trabajar sus habilidades en la comunicación, enseñarle a expresar sus emociones, y sentimientos, a pedir ayuda.
• El tono, aunque firme no debe ser algo que instigue ni cause miedo, con paciencia y respeto se puede dar una instrucción más efectiva. 
• Permítales decir NO de vez en cuando si ellos se resisten a alguna actividad, esto hará que aprendan que pueden tener autodeterminación y no serán tan vulnerables en la edad adulta a cumplir TODO lo que les ordenen, incluso lo que va en contra de su seguridad personal. 
• Tratar de ponerse en el lugar de una persona con autismo y a entender que aquello que funciona con los niños convencionales no siempre funciona con una persona con autismo.  No den nada por sentado.
• ¿Y la mejor alternativa a castigar lo malo?  Premiar lo bueno. Muéstrele que cuando hace las cosas bien recibe atención positiva, motivación y autoafirmación.
Porque sí de autismo se trata, es mejor ENSEÑAR que CASTIGAR. 

Diego Yonathan Moreno Ramirez,
Ingeniero de sistemas, 
Representante de las Personas con Discapacidad
Divulgador y Youtuber en A lo Aspergiano
Facebookhttps:
www.facebook.com/a.lo.aspergiano/

Por Diego Y. Moreno Ramirez

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