
Revista DM2
Enrique Hernández
FILOSOFÍA Y LIBERACIÓN
Parte I:
lLa universalidad
del sujeto [1]
[1]
En la tradición marxista, que hoy es la fuente principal del pensamiento liberador en filosofía –también en nuestra América –subsisten las huellas del carácter inmediato de la universalidad europea, pese a que la estructura misma del método tiende a disolverlas.
En el origen está la afirmación de Marx: la clase obrera es, en principio, inmediatamente universal y ajena a toda patria. La trasposición de esta fórmula, su falta de elaboración a la luz de la experiencia histórica no sólo atrasa al pensamiento marxista sino que condiciona el proceso político en su realidad concreta. La clase obrera tiene que ser inmediatamente universal porque así lo exige la configuración de su conciencia en el internacionalismo revolucionario, en tanto clase portadora de los intereses históricos de la humanidad. Hay casi una exigencia táctica en esta afirmación de lo inmediato de la universalidad proletaria que se explica por la situación europea en el momento de su expresión. Pero su aplicación dogmática está en el origen de grandes dificultades de la teoría y la práctica política que hoy es imperioso superar, precisamente a partir de la práctica.
En principio, la aceptación del carácter inmediatamente universal de la clase obrera hace difícil pensar de qué modo la dialéctica histórica la afecta en su interior: ubicada al fin de la prehistoria, la clase revolucionaria no está al fin de la historia, sino que la dialéctica la afecta en su propio movimiento interior. No es cierto que la racionalidad de la clase obrera consiste en desplegar “hacia fuera”, en la sociedad civil, sus intereses históricos, sino que sus propias contradicciones interiores son mediaciones de su conciencia y de la conciencia del bloque popular que puede conducir. Así, se hace necesario atender mejor sus particularidades nacionales, regionales o de bloque, relativas a su situación concreta. No como circunstancias accidentales de su supuesta estructura universal, sino como componentes efectivos de su movimiento interno. (…)
La “cuestión nacional” –de la que no es el caso hacer detalle –es la transposición directa al planteo teórico político de lo anterior, esto es, del problema de la dialéctica interna de la clase obrera y la consecuente determinación de la contradicción principal de una coyuntura en la que esta clase puede ser hegemónica. Resolver en cada paso la cuestión nacional implica, además, lidiar con los fantasmas decimonónicos del nacionalismo burgués y acertar con la eficacia relativa de la superestructura del Estado. Ahora bien: en nuestra América, los marxistas que han avanzado efectivamente, como Mariátegui, en el trabajo teórico de esta cuestión luchan siempre contra el supuesto de la universalidad-racionalidad inmediata de la clase revolucionaria. (…)
Veremos después cuál puede ser la expresión teórica adecuada de esta particularidad concreta que se muestra en el proceso americano, perfilada en el presente –como siempre –por imperio de la práctica y la enseñanza de la historia. Pero antes conviene comparar el problema de lo universal-inmediato en la tradición marxista con su equivalente en la filosofía de la liberación.

Ilustración:
Oswaldo Guayasamín